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sábado, 1 de diciembre de 2007

INSERTAR, SUMERGIR


Por Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste
Publicado en ABCD las Artes y las Letras - Número: 826

En una exposición sobre su obra presentada recientemente en el Gabinete Literario de Las Palmas de Gran Canaria, Antonio Corona Bosch y Arsenio Pérez Amaral (www.coronaypamaral.com) han efectuado una mirada retrospectiva sobre su trayectoria organizando su obra reciente a partir de dos conceptos: inmersiones e inserciones.

El estudio dirigido por estos dos arquitectos, establecido en Santa Cruz de Tenerife, se estableció en 2002, tras concluir Corona y Pérez Amaral la asociación que integraron a partir de 1989 junto a Eustaquio Martínez García, denominada N-3. Desde ese año, han venido construyendo obras fundamentalmente localizadas en la isla de Tenerife, entre las que destacan la estación Jet Foil (1989), el paseo marítimo en El Médano (1996), el edificio residencial Los Molinos (2003), el aeropuerto de Tenerife Norte (2003) -una de las obras incluidas por Terence Riley en su exposición para el MoMA On Site: New Architecture in Spain- o la vivienda en Jardín del Sol (2005).

Moderno y tradicional. La noción del establecimiento de un vínculo con el lugar, con el paisaje -donde el edificio, la intervención arquitectónica, pasa a hallarse inmerso o a insertarse- resulta crucial a la hora de señalar el eje que define el trabajo de estos arquitectos, una actividad que -como indica Gabriel Ruiz Cabrero- se ha venido caracterizando por su capacidad para combinar el uso de la moderna tecnología con la adaptación de la obrería tradicional isleña, y que en sus obras más recientes parece hallarse embarcada en una exploración de las cualidades cristalinas en sus edificios, abriéndose hacia una nueva dirección de búsqueda en la materialidad de su arquitectura.

«Inmersiones» e «Inserciones», los términos elegidos por los propios arquitectos para sintetizar tanto su actitud frente al trabajo como su actitud frente al entorno, deben ser comprendidos ante todo como los conceptos que definen el modo de presencia de su arquitectura. Emplean el término «inmersiones» para definir el vínculo existente entre aquellos proyectos en los que buscan que la arquitectura «se sumerja, que sea como un silencio, que pase desapercibida»; mientras que al hablar de «inserciones», aluden a la concepción de obras que planteen una interacción con el paisaje, en el que la arquitectura no persigue la mimetización con éste.

Consistencias. La arquitectura de Corona y Pérez Amaral debe su valor al profundo respeto por la consistencia de la obra construida: situada en entornos urbanos o emplazamientos naturales, se trata de una forma de proceder que opera desde una exacta precisión, expresándose desde una discreción que llama la atención a través de su sólida serenidad y el cuidado de sus formas, para garantizar la adecuada y coherente manera de integrarse en el lugar, partiendo de una comprensión de la arquitectura como un medio que debe servir para generar condiciones de bienestar basada sobre todo en un disfrute sensorial de las cualidades del lugar.

Una cuestión que queda definitivamente patente en la preocupación con que afrontan el diseño de vivienda colectiva urbana. El fin primero de su arquitectura es actuar como mediador entre individuo y paisaje antes que devenir un elemento que reclama protagonizar el paisaje: éste es un rasgo fundamental de su modo de hacer, en el cual queda patente su tácita oposición a la idea de arquitectura objetual.

Los autores comprenden que la búsqueda del valor del edificio ha sido muchas veces mal entendida a través de la concepción objetualizada de éste; así, rompen con ella produciendo edificios que trascienden este postulado, al imbuirles no sólo de los fundamentales valores de la arquitectura que de por sí poseen, sino que les dotan de la capacidad de absorber el contexto circundante para sí, logrando que el paisaje devenga materia del edificio y que aquél se constituya en esencia necesaria para éste. Esto se hace particularmente patente en la Vivienda en Jardín del Sol, donde la intervención supone el tratamiento de un enclave natural a través del que se construyen unas condiciones de relación fluida con un paisaje de intenso carácter para el uso y vivencia desde el disfrute.

Cálida comunión. El aeropuerto de Tenerife Norte surge también de esta misma voluntad: en este caso, una macro-estructura en diálogo con el paisaje circundante, a cuyo interior se traslada la calidez y luminosidad del espacio natural exterior, y desde el que se articulan visiones sobre el paisaje. El mismo concepto se ve reafirmado en los trabajos que ellos denominan «inserciones», donde estos arquitectos, tanto en la regeneración del casco viejo de Santa Cruz o en el diseño del paseo marítimo en El Médano -de nuevo dos situaciones diametralmente opuestas, al tratarse el primero de una rehabilitación urbana y el otro, de un trabajo en relación directa con el paisaje natural-, aplican una misma metodología conceptual de trabajo. Intervenciones silenciosas que hacen hablar a los reales protagonistas: el paisaje, el lugar, los viandantes?

Contraposiciones y encuentros. Corona y Pérez Amaral poseen una remarcable capacidad para resolver proyectos de diferentes escalas y de naturaleza programática con una claridad intrínseca que les permite dar respuestas sensibles, sabiendo a la vez por dónde encauzar sus propias indagaciones. No hacen de la obra un manifiesto ideológico, sino que logran que cada obra manifieste a través de sí misma el espíritu de una búsqueda arquitectónica en lo material y lo conceptual.

En su conjunto. La carga expresiva de su arquitectura no radica en la sacralización del edificio, sino en la reivindicación del hecho arquitectónico en su conjunto, haciendo que éste opere como unidad integrante o integradora. Si la arquitectura actual se ha centrado en la creación del icono, entendiendo éste como una cuestión meramente formal y hedonista, muchas veces enmascarada tras retóricas superfluas, la posibilidad de una arquitectura que sustancialmente se plantea a sí misma como herramienta constructora de un todo amplio y como un hecho procurador de bienestar (en el sentido más profundo y social de este término) se aborda como un reto crucial, y éste es un reto para el cual Corona y Pérez Amaral están proponiendo respuestas.

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