Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste
Publicado en ABCD las Artes y las Letras - Número 849
Conviene recordar que el complejo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias fue inaugurado en 1998, muy poco después que el Guggenheim Bilbao de Frank Gehry, y aún vigente la influencia del efecto de las transformaciones que la arquitectura efectuó sobre Barcelona y Sevilla a través de las construcciones erigidas para los acontecimientos de 1992. Bajo el grandilocuente discurso mediático acompañando a esta inauguración, que imbuía de genialidad tanto a la estructura principal como a la figura de Santiago Calatrava, -a la manera en que sucedió con Gehry- subyacía la idea de que aquel emprendimiento era esencialmente reflejo del espíritu moderno y enérgico de Valencia: la expresión de una identidad que representaba y se nutría de lo contemporáneo, pero sobretodo un modo de señalar y reclamar a través de una intervención de contundente trascendencia icónica su presencia dentro del panorama internacional.
Casi diez años después, y desde la objetividad que puede proporcionar una mirada externa, puede afirmarse que Valencia ha pasado a representar una muestra paradigmática de la dinámica del comportamiento de la arquitectura en España en este momento, supeditada a los intereses económicos y las ambiciones políticas que la envanecen. Escenario de otro de los inagotables procesos de redefinición a los que las principales capitales del país son sometidas mayormente bajo el pretexto de la celebración de grandes acontecimientos, Valencia está construyendo iconos de colección con los que auparse al mapa de las Arcadias urbanas del planisferio global de la hipermodernidad -donde la arquitectura deja de constituir un símbolo de su identidad y aspiraciones culturales para erigirse en ese instrumento productor de capital y símbolo de prestigio y poder. Esta sinergia generada en la capital empuja asimismo la actividad en otras localidades: On-Site, la exposición sobre arquitectura en España organizada por el MoMA, presentaba varias obras proyectadas o construidas en Valencia junto a otras, salpicadas por localidades de la Comunidad Valenciana, como Torrevieja (Alicante), que trata de refinar su perfil de enclave turístico ofreciendo un centro de relajación diseñado por Toyo Ito y un nuevo teatro-auditorio de FOA.
La última pieza exponente dentro de esta dinámica en Valencia es el recientemente finalizado Pabellón de la Copa América de David Chipperfield, un acontecimiento deportivo que está previsto que resulte altamente rentable y sea el catalizador de una profunda renovación de la zona portuaria de la ciudad. A éste se suma el diseño – con fecha de inicio de construcción en suspenso- de tres torres por Santiago Calatrava para el ágora de la Ciudad de las Ciencias así como sendos propuestos de planificación a gran escala, ‘Valencia Litoral’ y ‘Sociopolis’. El objetivo del primero es proponer la remodelación del frente marítimo valenciano; el del segundo, crear un barrio de vivienda social que responda a las nuevas exigencias de estructuración familiar, generando nuevos tipos de entornos habitables equilibrando la preservación del paisaje natural con la presencia de las nuevas tecnologías.
Mega-proyectos propios de esta concepción caprichosa y mercantilizada de la arquitectura, que nacen únicamente con el propósito de producir barullo mediático valiéndose de la suma de nombres de arquitectos de moda que responderán con sus propios caprichos a delirios faraónicos de la política, que intenta ocultar intereses especulativos y de ambición tras discursos de modernización, ecología y conciencia social, tal como ejemplifica Sociópolis. Impulsado por la Generalitat Valenciana, se trata de un emprendimiento inmobiliario camuflado como producto de arquitectura avanzada; en él, se recurre al enmascaramiento tecnológico para ocultar endebles ideas cuya consecuencia es el alejamiento de los arquitectos de la realidad circundante a través de una experimentación basada en dilemas filosóficos y coartadas ecologistas que no garantizan el buen futuro de los edificios ni el bienestar de sus usuarios. Por su parte, el planteamiento de ‘Valencia Litoral’, con Jean Nouvel como cabeza de cartel (al margen de que la presencia de su firma-marca justifica poner a la venta los apartamentos de una urbanización en Altea a partir de un millón de euros) junto a Frank Gehry, Ben Van Berkel, Peter Cook, Norman Foster…obliga a cuestionar el sentido de convocar a estos profesionales para un proyecto de naturaleza fundamentalmente local y prestigiarlo en base a este factor, puesto que improbablemente se producirá un momento conjunto de debate, diálogo y reflexión entre estas celebridades para analizar fehacientemente la realidad y necesidades de la ciudadanía y el paisaje para plantear posibles soluciones –coherentes y eficaces- para el frente marítimo valenciano.
Simultáneamente, frente a esta actitud y escala de valores de la arquitectura del espectáculo, existe en la Comunidad Valenciana una prolífica y creativa actividad arquitectónica dentro de los ámbitos públicos y privados, que se produce calladamente, escondida de la fastuosidad de la otra. De entre lo construido en los últimos años destacan por su profundo valor arquitectónico el Museo de Bellas Artes de Mansilla y Tuñón y el Centro de Posgrado de la Universidad Jaume I de Iñigo Magro (ambos en Castellón); la Clínica de Fertilidad de Lola Alonso y Javier García-Solera, el Museo de la Ilustración de Guillermo Vázquez Consuegra, el Centro de Investigaciones Príncipe Felipe de Ramón Esteve Cambra; el Centro Cultural El Musical de Eduardo de Miguel Arbones (todas ellas en Valencia); la Pasarela Peatonal de Carme Pinós y la Escuela Infantil Virgen del Remedio de Dolores Alonso Vera (ambas en Petrel) y el Museo Universitario de Alfredo Payá (Alicante).
Pero se corrobora que esa parte del objetivo se ha logrado: la Comunidad Valenciana es uno de los lugares del mundo capaces de atraer a las grandes figuras mediáticas y constituir un referente arquitectónico global. Sin embargo, sería deseable que una mirada introspectiva le permitiera en el futuro próximo reconocerse y estabilizarse precisamente a través de la arquitectura que posee y que construye, pero sin la necesidad desesperada y apresurada de identificarse ante el mundo y sí misma a través del último espectacular edificio de colección.
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