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miércoles, 20 de diciembre de 2006
EN POSICIÓN INSULAR
Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste
Publicado en suplemento 'Cultura/s', La Vanguardia, Barcelona - Número 235
En su propia denominación, la Primera Bienal de Arte, Arquitectura y Paisaje de Canarias parece contener implícita la preocupación por la necesidad de construir una reflexión y discursos acerca de la relación entre individuos, sociedad y el entorno del Archipiélago a través de la cohesión y creación de interacciones entre esos tres conceptos. En un lugar en el que la intensa y única energía plástica y telúrica del suelo y el mar padece la anulación y agresión que le impone una actividad arquitectónica que reelabora el paisaje en función de los intereses de la industria turística, la inclusión del término paisaje en el nombre de un recién creado evento genera sobre él importantes expectativas.
La Bienal –que organiza el Gobierno de Canarias- consta de dos secciones, ‘Arte’ y ‘Arquitectura’. Inauguradas simultáneamente, la primera –dirigida por Rosina Gómez-Baeza y comisariada por Antonio Zaya- presenta en diferentes localizaciones naturales y urbanas y edificios las obras de más de setenta artistas internacionales; la segunda –dirigida por un comité científico encabezado por el arquitecto Virgilio Gutiérrez- la integran una serie de talleres, seminarios e intervenciones actualmente en proceso, cuyos resultados se irán presentando a partir de mediados de diciembre.
Una de las premisas de partida con que se ha presentado esta Bienal ha sido la de invertir la formulación ‘el hombre en función del paisaje’ que hiciera el poeta vanguardista canario Pedro García Cabrera por la de ‘el paisaje en función del hombre’ con objeto de revisar y situar en el siglo XXI el pensamiento en torno a la esencia del paisaje isleño iniciado por las vanguardias y desarrollado a lo largo del pasado siglo –con el fundamental peso del artista César Manrique. Argumenta su razón de ser a partir del propio reconocimiento de las Islas Canarias como laboratorio local para abordar problemáticas actuales de dimensión global tales como afrontar un desarrollo arquitectónico y urbano sostenible, la preservación ecológica o la inmigración que se manifiestan con especial intensidad en su territorio. La conciencia sobre este factor podría marcar el eje a partir del cual esta bienal podría superar el paradigma convencional bajo el que este tipo de certámenes han acabado constituyendo un instrumento oficializado.
Aún a la espera de conocer las conclusiones que surgirán de la sección Arquitectura, el recorrido por intervenciones y exposiciones de obras artísticas diseminadas a lo largo del Archipiélago pone de manifiesto que son las intervenciones específicamente concebidas para esta bienal, en enclaves naturales y arquitectónicos de las Islas, las que justifican y deberían fundamentar su razón de ser. Las cualidades del entorno natural canario y las particulares condiciones derivadas de la situación insular dotan potencialmente a esta bienal para perfilar un marco desde el que sería posible inspirar y fundamentar una forma específica de redefinir las dimensiones y capacidad de influencia de la arquitectura y el arte a través de la interacción con el paisaje, más allá del mero uso y transformación de espacios como centros expositivos temporales. Focalizar los esfuerzos de esta bienal en aproximaciones muy específicas y ‘personalizadas’ instigaría en Canarias la formación de una mirada introspectiva impermeabilizada frente a las expectativas externas con que las Islas han tratado de fundamentar su identidad y construir sus paisajes, así como a definir sólidamente su posición de enclave entre tres continentes. Intervenciones como Holly Land 1 de Kader Attia (Playa del Cotillo, Fuerteventura), …la mar negra de Ángel Marcos (Castillo de Guanapay, Lanzarote), The Plug Inn Hotel de Maria Papadimitriou (Castillo de San Gabriel, Lanzarote), Total de Rogelio López Cuenca (Tenerife), Experiencia de relacionar: luz/señal/iluminación de Salomé Cuesta y Bárbaro Miyares sita junto con Broken English de Kendell Geers (Castillo Negro, Tenerife) junto con las planteadas desde la sección Arquitectura como la de Carme Pinós en Lanzarote y El vigilante del paisaje de Elías Torres (El Hierro) hacen patente la indisoluble fusión posible entre lugar y acción artística de la que emerge una nueva entidad espacial imbuida de una poética intelectual y sensorial a través de la que se sugieren planteamientos para producir una dialéctica sobre una identidad más aproximada a una realidad política y geográfica –y vinculada también a la vivencia espiritual y emocional de las Islas- que a su realidad artificial hecha para turistas.
Esta necesidad de reflexión rigurosa que revierta en la construcción de una identidad canaria dentro de las estructuras del siglo XXI obliga a esta Bienal a no complacerse en el narcisismo intelectual que se percibe en el trabajo comisarial de Antonio Zaya, que hace de la inmigración y el paisaje protagonistas. La inmigración es observada desde perspectivas que inciden en su dimensión de drama humano, de éxodo hacia un ideal ficticio visibilizador de fronteras y desigualdades, pero sin que se pronuncie un compromiso que trascienda la corrección política. Queda reducida a ser meramente tema, al igual que ‘paisaje’, un concepto para el que Zaya no traza una definición específica y coherente con los objetivos de esta bienal y que se sume en una ambigüedad que no dota a ésta del discurso propio que necesita poseer sobre su concepto fundamental y crucial. La sobrecarga de obras sobre inmigración y relación con el paisaje, como dos asuntos con relevancia –que pueden y deber ser analizados a través del arte- que exigen ser abordados urgentemente en el contexto de las Islas, aboca a que la esencia de estas cuestiones quede frivolizada y las obras queden carentes de la capacidad de ejercer auténtico impacto sobre el debate político y social en torno a ellos.
Ante su continuidad, la Bienal de Canarias se debería auto-exigir definirse como activador y canalizador de sus propios procesos y motivos de reflexión a través del trabajo y pensamiento de artistas y arquitectos embarcados en la comprensión de lo contemporáneo para ayudar a afirmar específicamente el paisaje insular como un valor en sí mismo, que no es intocable y que puede ser redefinido, habitado e intervenido sin ser ‘estropeado’ –en palabras de Elías Torres-. Sino intensificado.
Unknown
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